Porque me he ido de 1883

Seguramente tras explicar mis motivos, esta sea esta la última vez que nombre ese número con el que, tras acordarlo con su dueño, designé al estudio y el proyecto en el que venía trabajando y poniendo tantas horas e ilusión. No creo que tenga que contaros, al menos a los que me conocéis, lo que en un año he conseguido; todos conocíais ese lugar por la campaña de publicidad que le hice, y puedo aseguraros que tan sólo era un proyecto de futuro por el que yo no obtenía ninguna retribución económica, con el solo interés de ayudar al dueño a mantenerlo abierto y la posibilidad de que, saliendo bien, nos asociaríamos en unos meses. Aunque las cosas de palacio van despacio, pues la organización de fiestas comenzó hace tan sólo dos meses, empezaba a producir sus frutos, sobre todo porque al estar tan publicitado se daba la oportunidad a la gente amateur de conocerlo y utilizarlo.
Con el mismo objetivo, y consciente de que yo sola no podía mantener aquello abierto, siendo además que algunas otras personas que alquilaban el local para sus sesiones tampoco conseguían aportar un ingreso suficiente, estaba en nuestro interés el encontrar otra Dómina. Un día recibí la llamada de una chica que, aunque procedente de otros ambientes, decía haber empezado a hacer sesiones BDSM porque le gustaba y quería dejar su anterior profesión, y buscaba una mazmorra donde poder dar sus sesiones como “Ama Susan”. Parecía querer hacer bien las cosas y tener interés en hacer verdadero BDSM, por lo que pensé que tal vez era la persona que desde hacía tiempo andábamos buscando y le di la mano. La presenté en mis círculos BDSM, que ella desconocía, la amadriné en Tacones Altos, y fui tan generosa en todo como suelo ser cuando creo que puedo confiar en alguien. Tras presentarle al dueño, y este presentarle a su amigo el antiguo “esclavo personal” de Dómina Carla, nunca volví a ver a Ama Susan sin su compañía, ya que él comenzó a encargarse de enseñar a su “dueña” a ser y comportarse como una “dómina”, y más parecía su representante que su esclavo. En ausencia por vacaciones del dueño, comencé a percibir cómo sutilmente el “esclavo” quería dejarme claro que había vuelto y tenía parte del negocio, ya que, según dijo alguna vez, “le costaba dinero a fin de mes”, llegando incluso a marcar el territorio con fotos de ella, cosa que yo en un año no había hecho porque entendía que, siendo utilizado por varias personas y queriéndolo proyectar al ambiente amateur, sobraban. Supuse por tanto que había alguna clase de asociación que yo desconocía, y no sólo eso, sino que las normas por las que nos regíamos hasta ese momento y con las que jamás había habido ningún problema entre quienes lo utilizábamos, habían cambiado sin que nadie me lo hubiera dicho. Sería largo enumerar los detalles que me hicieron darme cuenta de que algo estaba pasando.
Cuando regresó el dueño, me dijo que no había tal asociación pero que su amigo tenía carta blanca, porque creían que Ama Susan, al hacer lo que ellos llaman “sado erótico”, iba a tener mucho éxito. Pero no sólo esa fue mi sorpresa, sino que me dio a entender que, según él, era yo la que andaba generando conflictos.
Por esta falta de saber aterrizar en un sitio nuevo y por noticias que me llegaron, entendí que Ama Susan no era lo que yo había querido creer; aunque entiendo que el “esclavo” ha manipulado y orquestado toda esta afrenta, entiendo que ella, como el Ama que se supone que es lo habrá supervisado o como poco lo acepta y aprovecha. Nunca me he opuesto, aunque no me gustara, a que el estudio lo utilizaran “pseudodóminas”, a fin de cuentas el negocio era del dueño y es lógico que quiera que funcione sea como sea, pero al menos me he cuidado de que no se estableciera relación alguna entre lo que yo hago y lo que hacen ellas; pero, para colmo, a esta le había dado yo la mano, por lo que se estaba poniendo en juego el prestigio y la reputación que tanto esfuerzo me ha costado labrarme dentro de la Comunidad BDSM.
Por todas estas circunstancias tomo la determinación de irme de allí, porque los lugares no los hacen los escenarios sino las personas que están en ellos, y las que hay en este no se merecen mantenerse con el producto de mi esfuerzo, ya que ni siquiera parece interesarles hacer BDSM real aunque utilicen “su nombre en vano”
Tengo un resorte que salta cuando alguien me demuestra no ser quien yo creía, lo coloco en la página de atrás y no vuelvo a leer. Es la evolución de haber aprendido a sufrir lo menos posible por aquello que no merece la pena. No voy a negar que sobre todo el dueño me ha hecho daño, porque lo consideraba un amigo y me ha decepcionado que se haya dejado manipular de esta manera. Hoy puedo anunciar que paso página con ilusión y me voy de su establecimiento porque, afortunadamente, gozo del respeto y la amistad de mucha gente dentro de la Comunidad, y puedo enorgullecerme de haber sido acogida en el Club Dark Sabbat; pero esta es otra historia que os contaré próximamente.