martes, 21 de octubre de 2008

Mírame a los ojos

El protocolo de hacer mirar a los sumisos al suelo o de taparles los ojos, privándoles del privilegio de poder mirar a la cara del Dominante, está muy generalizado pero sobre gustos no hay nada escrito, y yo no soy de las que se quedan en los convencionalismos, prefiero transgredir, así que pido lo contrario porque pienso que sino, soy yo la que se priva de aquello que el sumiso está sintiendo y transmitiendo y yo de una “herramienta” que es la fuerza de mi mirada. Por eso, una de las primeras instrucciones que doy es esta precisamente: Mírame a los ojos porque quiero sentirte y que me sientas, quiero leer en tu mirada, quiero a través de la mía penetrar en ti, quiero que leas mis intenciones, quiero que leas tanto la dulzura que hay en mí como la inexcusable determinación de someterte a mis caprichos, no quiero esconder nada, no quiero que escondas nada.
La mayoría de los sumisos, cuando les exijo que me miren a los ojos directamente, se sienten sorprendidos y les cuesta mantener esta postura, sobre todo si tienen experiencia, y a mí la situación me hace disfrutar, porque suelen ser bastante resabiados y algunos dan por hecho que la mayoría de las Dóminas tenemos un modo de hacer semejante y pedimos más o menos las mismas cosas.
Cuando durante la sesión administro dolor me encanta verlo brillar en sus ojos y apreciar como lo conduzco allí donde los dos tenemos razón de ser, los ojos me transmiten cuando hemos llegado a esa dimensión, su miedo y su confianza, su entrega y su goce por complacerme, sé que le cuesta no cerrarlos y obligarle a abrirlos forma parte ya de la misma tortura, porque entre tanto yo sonrío mientras él padece, juego con ese contraste, me excita y me hace sentir poderosa porque cuanto más sonrío más confían en mí, y más fácil les resulta entregarse, y por tanto más y más se someten.
No hay nada igual a encontrar en los ojos de un hombre al que estoy sometiendo, que ya no está allí, que quien es se quedó fuera, cuando me encuentro con la mirada de la dádiva, la del sumiso que hace cuanto le pides sin ningún recuerdo de quienes son fuera de mi mazmorra, porque ya no hay allí nadie más conmigo que el esclavo entregado a mi voluntad… Entonces es cuando sé que lo he conseguido, el vello se levanta de mi piel, por sé que es mío aunque sólo sea por el espacio de tiempo que dura una sesión, y que ese instante está rebosante de emociones que tanto él como yo estamos viviendo intensamente, generando una energía que fluye entre ambos, y ya nadie podrá quitarnos nunca.

3 comentarios:

  1. Escribo para darle la razón. Y lo hago movido por la propia experiencia como sumiso. Es verdad que es muy corriente la Dómina que no desea ser vista u observada (quizás en muchos casos porque así no se ven sus propias dudas y limitaciones), pero y también tengo que coincidir con usted, porque así el sumiso puede evadirse, esconderse tras los ojos cerrados, de manera que no está absolutamente desnudo o entregado a su dueña durante la sesión. Mantiene, si se me permite al expresión, un reducto de libertad. Usted Dómina Libertad, consigue precisamente que el sumiso le entregue ese último reducto.

    Por supuesto está también el tema de la seguridad física del sometido.

    Pero, y para terminar una pregunta ¿Es mejor para el sumiso poder transmitir con la mirada la entrega y el sufrimiento que puede estar soportando a su Dueña? ¿Es mejor para la Dómina ver la mirada temerosa o suplicante del sumiso y poderle recompensar, si quiere, con una suave caricia mientras por otro lado él padece el dolor que se le infringe? Indudablemente pienso que sí.

    Cuando entramos en el mundo privado, sólo para dos personas, de la Dominante y la sometida, ese mundo que consigue dejar al otro lado de la pared el mundo de los “normales”, la desnudez en la mirada, del Dominante y del dominado, es ciertamente la mejor opción.

    Humildemente a sus pies y con la mirada franca y abierta la saludo Señora.

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  2. helenita No con todos los sumisos es fácil conseguir que mantengan la mirada cojmo contigo, a pesar de desear una sesión de dominación, muchos tienen miedo a descubrir cuanto les gusta y resulta complicado bajar los escudos.
    Ay niña, pero tengo que regañarte sobre dos cositas:
    a/ Las Dóminas no infringimos dolor, muy al contrario, lo administramos, por eso yo me valgo de la mirada, para saber qué sucede dentro del sumiso... también es una medida de seguridad.
    b/¿Los normales? Aquí somos todos muy "normales", es mejor decir "los convencionales" Nosotros podremos ser sofisticados y originales, pero el termino "normal" es inexacto en la mayor de las veces, ya que depende de para quien... es decir, para mí es muy normal jugar a lo que juego.
    Siempre enseñandote cosas... por algo soy tu maestra.

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  3. Señora: Siempre enseñándome cosas. Es verdad que es mi maestra y eso me recuerda algo respecto a una buena regla de madera, de las de "antes".
    De todos modos, me siento orgulloso de que me tenga entre aquellos que la pueden mirar con tranquilidad a los ojos.
    A sus pies
    helenita

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